Hay muchos tipos de éxito.
El que se mide en cifras, en logros, en aplausos.
Y luego está otro, más silencioso, más profundo:
el de despertarte un lunes sin ganas de huir.
Ese es el lujo del que casi nadie habla.
El de vivir en una rutina que no pese.
El de no sentirte atrapado en tu propia agenda.
El de tener paz dentro de lo cotidiano.
Esta última semana estuve pensando mucho en lo que significa vivir una vida de la que no quieras escapar.
Durante años creí que era normal estar cansado todo el tiempo. Que la rutina pesara. Que los domingos fueran un recordatorio de que lo que venía no te entusiasmaba en absoluto. Pensé que eso era parte del juego: trabajar, cumplir, forzarte a estar bien… y después buscar escapes que te hicieran soportarlo todo un poco más. Fines de semana como anestesia. Vacaciones como única vía de desconexión. Silencios que solo se llenaban con ruido, con pantallas, con planes que apenas te apetecían.
Hasta que finalmente me detuve. Fue más bien un cansancio que ya no podía ignorar. Una voz que me decía: ¿de verdad esto es vivir? ¿De verdad el objetivo es aguantar hasta el próximo respiro?
Ahí entendí que hay algo mucho más valioso que todo lo que siempre creí importante. Más valioso que el reconocimiento, que la productividad, que las metas encadenadas. Entendí que el verdadero lujo es estar en paz con tu vida. Sentirte cómodo en tu piel, en tu espacio, en tus elecciones. No necesitar escapar cada dos por tres para soportar lo que construiste.
Y no, no es fácil llegar hasta ahí. No es automático. Requiere renuncias. Decisiones conscientes. Tener el coraje de mirar de frente lo que ya no quieres sostener. Saber decir “esto no es para mí”, aunque todos lo aplaudan. Y sostenerte en esa decisión incluso cuando nadie la entienda.
Hoy puedo decir que me siento más cerca de eso. De una vida en la que no sueño con desaparecer. En la que no necesito anestesiarme para sobrevivir. Una vida más sencilla, pero más mía. Una rutina que me sostiene, en vez de hundirme. Y aunque no siempre sea perfecta, por primera vez no quiero escapar de ella.
Y eso, para mí, ya lo cambia todo.
Qué manera tan bonita de decirlo, que gran verdad! No podemos estar esperando así, sin vivir el presente y disfrutar cada segundo.
Aunque he de decir, que a mí, los lunes, me encantan!!! 😍😍
❤️.